KAI Hakone

Nuestras reseñas

Si a veces sientes que la sociedad occidental se está volviendo cada vez más homogénea, entonces un viaje a los baños termales ryokan de KAI Hakone, a solo una hora de Tokio, es una experiencia de otro mundo que te llevará tan lejos de tu zona de confort que puede que no quieras regresar. El edificio moderno está situado en el fondo de un valle por el que ruge un río en plena crecida, aunque eso puede tener algo que ver con la reciente partida del tifón Hagibis del área. Te duermes con el ruido del río en tus oídos y te despiertas con el mismo sonido de fondo soporífero. Hay habitaciones de estilo occidental, pero deberías optar por una suite japonesa amplia y espaciosa que cuenta con todo lo que podrías desear. El ryokan en sí se asemeja a una universidad del centro de Inglaterra, solo que los ladrillos son blancos en lugar de rojos, aunque el edificio cuenta con enormes ventanas de vidrio que lo inundan de luz. El lugar está lleno de personal que es invariablemente servicial y educado; algunos incluso hablan inglés, lo cual es una bendición. El negocio principal de KAI Hakone es el "onsen" (baños) alimentado por las aguas termales naturales que abundan en el área circundante. El baño comunal japonés es completamente ajeno a las sensibilidades occidentales. Los sexos están separados, pero todo el baño, baños calientes y fríos, sauna, se realiza al desnudo. Por cierto, te recomiendan encarecidamente que coloques una toalla en la cabeza para prevenir dolores de cabeza. La experiencia es un poco intimidante al principio, pero pronto te adaptas. Imita a los locales, lo que significa frotarte como Lady Macbeth, antes de sumergirte en cualquier cosa comunal. Una vez que superas el susto inicial, es casi imposible no relajarte en el gran baño caliente que se abre al desierto natural de afuera. En línea con la racha puritana que permea la sociedad japonesa, el ryokan no tiene un bar comunal, aunque los refrigeradores de las habitaciones individuales están surtidos con cerveza y agua. Después de la cena, puedes participar en una lección de artesanía utilizando materiales de la zona para hacer una pequeña corona. Casi todos lo hicieron. La comida en KAI Hakone era una maravilla, tan bellamente presentada que no sabes si deberías disfrutarla o simplemente colgarla en la pared junto a las otras obras de arte. La cena tradicional japonesa de siete platos fue acompañada por sake servido en miniaturas invertidas de 'Monte Fujis' de peltre (se venderían como pan caliente si alguien pensara en almacenarlos en la pequeña tienda en la planta baja). Solo uno de esos siete platos consistía en ocho amuse-bouches separados. Y aunque las entrañas fermentadas de un calamar pueden no ser del gusto de todos, recuerda que esto es Japón. Aquí hacen las cosas de manera diferente, gracias a Dios.

Iain Morrison