Little Good Harbour

Nuestras reseñas

Al conducir por la costa oeste de Barbados desde Bridgetown, pasando por los elegantes resorts de Sandy Lane y Coral Reef, el tráfico se va reduciendo gradualmente, y comienzas a vislumbrar un Barbados menos desarrollado y más rural. Finalmente llegarás al pintoresco asentamiento de Speightstown, uno de los puertos más antiguos de Barbados, y a unos pocos kilómetros más allá, dos propiedades muy especiales: a la derecha de la carretera costera, el encantador hotel boutique Little Good Harbour, y a la izquierda, en la playa, el famoso restaurante Fish Pot, parte del hotel pero que atrae a comensales de todas partes.

En un país tan sobre desarrollado en los últimos años para una clientela de lujo extremo (y con precios a la altura), Little Good Harbour es un soplo de aire fresco, un recordatorio de cómo solía ser la hospitalidad en Barbados. Propiedad de una familia y dirigido por un australiano, Little Good Harbour tiene algo de la elegancia relajada australiana, con habitaciones luminosas y espaciosas en un conjunto de cabañas independientes de estilo colonial (además de dos habitaciones directamente en la playa), distribuidas de manera cuidadosa en un estallido de vegetación tropical bordeada por jazmines en flor. Con solo 20 habitaciones, el hotel es lo suficientemente pequeño como para ofrecer un servicio personalizado, sin el carácter corporativo de sus primos más ostentosos, mientras que al mismo tiempo es lo suficientemente grande como para albergar un pequeño spa y no menos de dos pequeñas piscinas, una de las cuales está a la sombra para refrescarse en el calor del día.

El estilo aquí es de mimbre, madera y paredes encaladas, con buenas obras de arte local en las paredes. Las contraventanas y las camas con dosel completan el ambiente. Cada una de las cabañas cuenta con una kitchenette y un área de estar/comedor, con amplias verandas para comer al aire libre y disfrutar de los espectaculares atardeceres. Este hotel es un verdadero refugio, sin pretensiones, lujoso y sin prisas. Lo mejor de todo es que los huéspedes tienen acceso prioritario a uno de los mejores restaurantes de la isla, el fabuloso Fish Pot al otro lado de la carretera, con su bien merecida reputación por el excelente pescado, comida y vino. Ocasionalmente, un músico ambulante toca en la terraza por la noche. Después del anochecer, con sus velas parpadeantes, es increíblemente romántico. Junto al Fish Pot, una pequeña playa con sillas y sombrillas está disponible para los huéspedes. Tranquila y de pendiente suave, es ideal tanto para parejas como para familias.

James Dunford Wood